sábado, 6 de marzo de 2010

El desarrollo 'prêt-à-porter'

El mundo del desarrollo está sujeto a la misma evanescencia que caracteriza al mundo de la moda. Como por arte de magia, aquello que una temporada resulta rabiosamente popular queda repentinamente relegado a la categoría 'démodé'. Una cumbre internacional, una campaña ingeniosa o un simple documental pueden provocar verdaderas transformaciones en la opinión pública, y con ellas en el interés de académicos, políticos y activistas: ¿dónde está la nueva 'bala de plata' contra la pobreza, que me apunto?

Echen si no un vistazo a la última década: el entusiasmo por la abolición de la deuda externa dio paso a los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que luego se evaporaron para encumbrar las negociaciones comerciales de la OMC. Hoy todo eso ha quedado ensombrecido por el nuevo astro -el cambio climático- y ya hay quien dice que tras el fracaso de Copenhague conviene ir trasladando el circo a otro lugar.

Lo malo es que los temas pasan de moda, pero no por eso dejan de ser importantes, como demuestra el caso del comercio. Pese a que casi nadie habla de ello (y mucho menos en la OMC), la Ronda de Doha sigue abierta e incorpora la misma carga de riesgos y oportunidades con la que comenzó. Dicho de otro modo, la atención pública sigue siendo tan imprescindible como lo era hace sólo cinco años, cuando pensábamos que el futuro de los países pobres se jugaba en este tablero. (En los próximos días dedicaré un par de entradas a profundizar en este tema, que me arrebató los mejores años de mi juventud.)

¿Hasta qué punto las grandes ONG son víctimas o culpables de este baile? Es cierto que el oportunismo mediático juega un papel importante a la hora de definir las campañas, y eso explica en parte el ritmo con el que cambian las estrategias (dejando en el camino un rosario de profesionales frustrados y ciudadanos desconcertados). Pero, hasta cierto punto, sería una estupidez no actuar de este modo, porque la relevancia pública es sinónimo de relevancia política, y eso implica oportunidades de cambio.

La clave está en encontrar asuntos que puedan ser abordados desde perspectivas diferentes, adaptables a las circunstancias. El derecho de las familias campesinas a una vida digna, por ejemplo, se puede reivindicar de muchas maneras: el fin del dumping exportador de los países ricos, que hunde sus ingresos; los riesgos del calentamiento global, que amenaza la productividad de sus explotaciones; o la caída de la ayuda internacional, que limita la construcción de su infraestructura.

Así que, éste es mi consejo de hoy, amiguitos: en el activismo, como en la moda, conviene adaptarse de forma inteligente a las circunstancias. Yo aprendí esta lección de forma amarga, cuando descubrí que la atención que despertaba en mis intervenciones públicas no se debía tanto a mi oratoria churchilliana como a los pantalones de campana y las chaquetas entalladas 'Príncipe de Gales' heredadas de mi padre. Imaginen a Manolo Escobar hablando del cambio climático en el Ateneo, y se aproximarán bastante a mi drama.

2 comentarios:

  1. Recientemente, trabajando con un grupo de ONG de otros países (GB, EEUU y Holanda), descubrí no sólo la vigencia de esta costumbre también entre ellos (teníamos que escribir un proyecto que fuera "nuevo"), sino que además parece existir una nueva moda: que no sea triste, o negativo.
    Teníamos que utilizar términos que transmitieran ideas positivas. Por ejemplo, la resiliencia, la capacidad de resistir a los choques, lo consideraban negativo. También la gestión de riesgos. Era positivo decir que íbamos a arreglar esto de la pobreza en dos patadas, aunque no fuera cierto. Y por supuesto, prohibido hablar de comercio, aunque el problema persistiera.
    En fin, que en todas partes cuecen habas, aunque según nuestro amigo José Antonio, en Perú sólo cuecen habas.

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  2. Sí, pero resulta irritante, porque nos convertimos en esclavos de la 'novedad', y creo que eso daña nuestra credibilidad ante la sociedad y supone un lastre para los equipos. La cantidad de veces que me he visto contestando la pregunta terrible: "¿qué fue del asunto XX [que habíamos definido como la panacea para el desarrollo hace sólo unos meses]? ¿ya no trabajáis en esto?".

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