viernes, 26 de febrero de 2010

No es cuestión de ideología, compañero

Orlando Zapata, activista cubano por la democracia, murió el pasado martes en La Habana tras 85 días en huelga de hambre. El régimen castrista ha degenerado en una caricatura amarga de un fenómeno que se extiende a lo largo y ancho del planeta: la restricción de libertades fundamentales para justificar procesos más o menos exitosos de desarrollo. De China a Venezuela, de Mozambique a Marruecos, gobiernos de todo pelaje ignoran la libertad de prensa y limitan la acción de los movimientos y asociaciones que no pueden ser cooptados. Muchos de estos gobiernos han sido elegidos democráticamente, y el aval de las urnas actúa como una lavativa para justificar cualquier cosa.

Tengo muchos y buenos amigos en organizaciones sociales y políticas que padecen estos excesos. Y tengo también unos cuantos que los justifican de manera más o menos abierta. Se trata de individuos admirables, que han pasado gran parte de su vida en las peores trincheras de los peores lugares. Pero su visión del desarrollo es un juego de vasos comunicantes en donde la libertad se concede a costa del progreso, y viceversa. Es la visión que justifica el expansionismo delirante del Comandante Chávez, que a sus ojos ofrece por primera vez en muchos años un modelo alternativo al de los EEUU.

Nunca he estado de acuerdo con esta visión. No creo que existan modelos únicos de democracia, pero sí principios irrenunciables para construir sociedades decentes. Uno de las primeros es no aplastar a quienes discrepan contigo. ¿Que Guatemala, con toda su democracia, está peor que Cuba? Me importa un bledo. Tampoco he sido nunca muy amigo de los males menores.

(Nota: hablando de todo un poco, recomiendo la lúcida despedida del Presidente Óscar Arias, publicada hoy por El País).

2 comentarios:

  1. Para empezar, enhorabuena por tu blog recién estrenado. Empiezo con un comentario a esta entrada, aunque todas me parecen relevantes, para adherirme sin fisuras a tu visión: hace tiempo que no creo que haya casi ninguna diferencia, si la hay, entre desarrollo y democracia. Son dos formas de nombrar el derecho de cada uno a ser protagonista de su propia historia y a participar, respetando ese derecho en los demás, en la conformación de las reglas sociales. Las dictaduras de izquierdas me repugnan aún más que las de derechas, porque invocan valores en los que creo y los pisotean de facto con su forma de actuar.

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  2. Completamente de acuerdo. Lo peor es que las dictaduras de hoy proceden de las urnas, más que de un golpe militar, y eso las hace aún más peligrosas.

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